Legionarios versus Legionarios

30 11 2012

Buenos Aires – Retiro: Plaza San Martín – Monumento al agente inglés José de San Martín. Foto:Wallyg

Luis Agüero Wagner
http://www.diariosigloxxi.com/firmas/luisaguerowagner

La relación de amor y odio entre los seguidores del cura Fernando Lugo y el Partido Liberal atrapó al Paraguay en un laberíntico entramado diplomático

Un episodio que la historiografía argentina y su iconografía de próceres omite con frecuencia es la defensa que hizo Sarmiento de intereses territoriales chilenos, por encima de los de su país, cuando ejerció el periodismo en Chile. Sarmiento se encontraba hacia 1849 exiliado al oeste de la cordillera de los Andes y con otros exiliados argentinos, como el general Juan Gregorio de Las Heras, dedicaba todas sus energías a intentar desprestigiar y debilitar al gobernante de su país, Juan Manuel de Rosas.
Tan intenso era el afán, que en el fragor de esa lucha, estos argentinos llegaron a afirmar que toda la Patagonia argentina pertenecía en realidad a Chile. Y no sólo eso, también sugerían a los chilenos la anexión de Mendoza y San Juan. En uno de sus artículos, Sarmiento sugería que Chile superaba a su país en capacidad para administrar esos territorios. Con el masoquismo racial que le caracterizaba, se preguntaba el argentino desde las páginas del diario chileno “La Crónica”, el 29 de abril de 1849: “¿qué haría el gobierno de Buenos Aires con el estrecho de Magallanes? Ese gobierno, lejos de poblar sus inmensas extensiones, no ha podido evitar que los salvajes lleguen hasta las fronteras de Córdoba, San Luis y los pueblos fronterizos del Sur, interrumpiendo las comunicaciones con las provincias de Cuyo, y arruinándolas hasta el punto de que ya no logran exportar sus frutos a Buenos Aires”.
El correligionario de Sarmiento, Bartolomé Mitre, proclamaba orgulloso en sus discursos que la única fuerza capaz de impulsar el progreso de la república argentina era el capital inglés.
La tradición la había inaugurado el agente inglés José de San Martín, quien al soplo de las guerras napoleónicas obtuvo el respaldo de la pérfida Albión para las guerras independentistas que desarrolló en Sudamérica. Su contemporáneo venezolano Francisco de Miranda, a quien menciona con frecuencia el líder bolivariano Hugo Chávez, desde 1790 hasta su muerte figuró en el presupuesto británico. La afición a realizar campañas en Londres para lograr intervenciones militares en Sudamérica fue tal, que la marina inglesa incluso trasladó sus batallas navales al río Paraná. Un ejemplo es la batalla conocida como Vuelta de Obligado, desarrollada el 20 de noviembre de 1845, en la que los gauchos argentinos resistieron a una poderosa flota imperial británica.
Esta tradición de hacer proselitismo ante gobiernos extranjeros buscando la intervención en el propio país, en lugar de hacerlo ante el propio pueblo buscando su favor, es una tradición celosamente conservada por muchos políticos carentes de autonomía de pensamiento. Paraguay no fue ni será una excepción.
De la misma manera en que los argentinos realizaban, a mediados del siglo XIX, campañas para desprestigiar al gobierno de su propio país en el extranjero, los paraguayos residentes en Argentina clamaban por una invasión “civilizadora” que ponga en vereda al Paraguay. Tal fue su éxito que hacia 1870 el susodicho Sarmiento pudo ufanarse que no quedaban paraguayos adultos de sexo masculino con vida, luego de una guerra de saqueo y exterminio.
La tradición siguió durante el Siglo XX, y en Paraguay alcanzó su pico de popularidad a pocos años de finalizar la guerra entre Paraguay y Bolivia por el Chaco Boreal (1932-1935). Como el Partido Liberal había sido expulsado del poder por los coroneles, el 17 de febrero de 1936, los principales líderes del partido desalojado golpearon las puertas de la misma embajada boliviana de Buenos Aires, en su afán de retomar el poder.
Pronto lo lograron, ciertamente, en agosto de 1937, y no tardaron en devolver gentilezas.
A mediados de 1938 se negociaron los límites entre bolivianos y paraguayos, precisamente en Buenos Aires, y bajo la presidencia de un petrolero norteamericano (Spruille Braden) que solo buscaba conservar para su empresa los pozos de gas y petróleo que se disputaron en la guerra.
Según documentos que décadas después desclasificó el departamento de estado norteamericano, el secretario de la comisión negociadora paraguaya (Efrain Cardozo) en realidad era un informante del petrolero norteamericano que presidía las negociaciones. Sin que el gobierno paraguayo lo disponga ni lo sepa, el embajador paraguayo en Washington (José Félix Estigarribia) fue enviado a Buenos Aires por el gobierno de Estados Unidos.
Su misión consistía en desplazar al presidente de la comisión negociadora paraguaya (Jerónimo Zubizarreta), dada las quejas de Braden sobre su actitud intransigente.
Como puede deducir el lector si leyó con atención, cuando el tratado de límites entre Paraguay y Bolivia se firmó en secreto, el 9 de Julio de 1938, el Paraguay ya no estaba representado en las negociaciones. El secretario de su comisión era en realidad un empleado al servicio de un petrolero norteamericano, y el presidente de su comisión era un enviado de Washington.
Bolivia, en contrapartida, era ocasionalmente representada por un poderoso petrolero yanqui.
Los correligionarios de aquellos paraguayos que en 1938 representaban en Buenos Aires a cualquiera menos a su pais, hoy son acusados por sus ex socios, los seguidores del destituido cura presidente Fernando Lugo, de ser grandes nacionalistas ante Bolivia o Venezuela pero que se bajan los pantalones en la embajada norteamericana. Nobleza obliga reconocer que no fue muy distinta la actitud de Lugo, ex compañero de pesca de la embajadora de Estados Unidos en Paraguay, Liliana Ayalde, y cabeza visible de un conglomerado de personeros de ONG regadas con dólares de USAID.
Una muestra de lo poco que logró convencer el discurso luguista fue el reciente “escrache” espontáneo que recibió Lugo al regreso de su gira por Argentina. Transeúntes presentes en la estación aérea lo acusaron a gritos de legionario y vendepatria, luego de su gira proselitista ante las autoridades argentinas. Las malas lenguas señalan que tan seguro están Lugo y los suyos de su fracaso electoral en el 2013, que abren el paraguas antes de la lluvia y ya anticipan un “fraude”. La campaña cuenta con el soplo de muchos “notables” de la sociedad paraguaya, auto proclamados como impolutos, que se creen dueños de la imagen del Paraguay en el exterior, y que toman la destitución de su protegido como una afrenta personal. La extorsión es notoria, dado que consideran que la comunidad internacional sólo tendrá oídos para ellos.
En los habitáculos de este laberinto cretense de la política internacional, verdadera torre de Babel levantada por propagandas políticas contrapuestas, solo nos queda reflexionar en cuánta razón tenía Groucho Marx cuando afirmaba que la política es buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar un remedio equivocado. La actual disputa “Legionarios versus Legionarios” que libran los antiguos socios del “gobierno del cambio” es apenas una confirmación más. LAW


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