¡El primer santo cubano!

20 02 2010

París, 20 de febrero de 2010.

Recordada Ofelia,

José Olallo Valdés, religioso cubano de la Orden Hospitala­ria de San Juan de Dios, nació de padres desconocidos el 12 de febrero de 1820. Un mes después fue depositado en la Casa Cuna de San José de La Habana, donde fue bautizado el 15 de marzo del mismo año.

Educado en los principios de solidaridad y compañerismo, propio de estos centros, y favorecido con el carisma y voca­ción hospitalaria, ingresó en la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios.

Muy joven se prodigó en Camagüey, Cuba, en el cuidado y la asistencia de los enfermos atacados por la epidemia del cólera morbo de 1835; y más tarde hizo lo mismo en oportunida­des similares en 1854, 1869 y 1888.

Permaneció durante 54 años seguidos, hasta su muerte, en el mismo Hospital San Juan de Dios, de la ciudad de Cama­güey. Como enfermero bondadoso, cercano y solícito, siem­pre estuvo, en dedicación plena, con todas sus fuerzas y peri­cia, cerca de los marginados y pobres, a su cuidado físico y social, psicológico y espiritual, en una época en que por las gue­rras, las epidemias, la esclavitud, el desamparo, la sociedad ca­magüeyana de entonces sufría la mayor pobreza y miseria.

Sobrellevó sin afectar a su vocación y consagración religio­sa las injustas leyes de la época sobre la Exclaustración y Su­presión de las Órdenes Religiosas,  permaneciendo independien­temente a las mismas, siempre fiel a su conciencia y a las suge­rencias del Espíritu, sin apartarse jamás del hospital y de sus enfermos, sus hermanos predilectos.

Su actuación humanitaria y cristiana sobresalió particular­mente durante la Guerra de los Diez Años (1868-78), tanto den­tro del hospital con los heridos y enfermos, como en la socie­dad camagüeyana con los pobres y esclavos, siendo su padre y protector. Evitó en cierta ocasión que las campanas tocaran

«a degüello», salvando de un nuevo San Bartolomé a la pobla­ción civil camagüeyana.

Su muerte, muy sentida, ocurrió el 7 de marzo de 1889 y Ca­magüey le brindó un entierro de triunfo participando toda la sociedad.

Por colecta popular se le levantó un monumento funerario y se dedicó a su memoria una calle y una plaza de Camagüey.

La vida del Padre Olallo, como el pueblo le llamaba sin ser sacerdote, fue toda ella un reflejo de su vocación hospitalaria, encarnando al Cristo Misericordioso del Evangelio e imitando a su fundador San Juan de Dios.

Los que le conocieron hablaban y escribieron de su ciencia y caridad, de su técnica y confianza en Dios, de su humildad y entereza, de su bondad y justicia, de su dadibosidad  y hon­radez, de su abnegación y entrega, de su desprendimiento y po­breza, hasta llegar a decir que su vida y celda era un «antro de pobreza».

Fue considerado como: «modelo de virtudes», «el santo», «el místico», «varón  justo», «apoteosis de la virtud», «com­pendio del amor cristiano», «amigo de los pobres», «apóstol de la caridad», «modesto hasta la humildad», «campeón de la caridad cristiana», etc.

Acudía a solucionar cualquier necesidad, y prodigó median­te el don de la hospitalidad su preocupación por todos los ne­cesitados:

·      los pobres, enfermos y leprosos,

·      los abandonados y moribundos,

·      los niños enfermos y sin escuela,

·      los ancianos sin familia,

·      los presos enfermos,

·      los africanos, contra la esclavitud,

·      los soldados heridos y enfermos, tanto españoles como cubanos.

Fue  un  gran cirujano y enfermero santo en el hospital hasta decirse que «se ha consagrado siempre al cuidado de los enfer­mos sin atender a otra cosa que la de estar en las salas de aquéllos, cumpliendo sus deberes, como es público y notorio».

Se hicieron proverbiales sus tertulias vespertinas, a las que «clientes y amigos» iban en busca de medicinas o de conversa­ción sencilla y edificante

Era proverbial su paciencia y dulzura de trato, junto a su capacidad profesional como enfermero. Tenía una gracia especial «para intervenir con éxito en problemas y rencillas fa­miliares, porque todos oían con respeto sus sabios consejos».

Oración a la Santísima Trinidad.

Profeso mi fe en Ti, Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, admirable en tus santos y siervos, que haces de todos ellos tus imitadores y nuestros intercesores.

Tu gracia ha encontrado en tu Siervo Olallo Valdés un instrumento auténtico y dócil de tu bondad y misericordia hacia los pobres, enfermos y marginados, entregando su vida entera en su servido y salud física y espiritual. Te bendecimos por su ejemplo de santidad y caridad.

Muéstranos ahora, Señor, a través de tu Siervo Olallo la ac­ción de tu poder en favor de la salud de…, por quien interce­demos, como un signo de tu misericordia, para que nuestra fe en Ti (de cada uno de los miembros de esta familia) sea más auténtica y verdadera.

Te lo suplico a honra tuya, por mediación de tu Madre María, y para la glorificación de tu fiel siervo Olallo Valdés, nues­tro mediador y bienhechor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Los cubanos hemos tenido que esperar más de cinco siglos para tener un santo, pero al fin Dios ha hecho ese bello regalo a su pueblo.

Un gran abrazo desde la Ciudad Luz,

Félix José Hernández.


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